Los tres niveles del horóscopo

18.3.11

Piscis, Salvación y Liberación

Por Martín Dieser


PISCIS

En pleno acercamiento al plenilunio de Piscis, puede ser inspirador reflexionar acerca de las cualidades de este signo y del proceso de Salvación que representa, sin entrar tanto en lo técnico sino aprovechando su influjo para esclarecer temas vinculados a la energía pisciana. 

Tal vez lo primero para decir deba ser que estamos ante un signo dual, donde son posibles dos tipos de vivencia, aquella vinculada a la conciencia y aquella relacionada con la Vida. En ambos casos surge la idea de sacrificio, de un estado del ser que se pierde en la oscuridad para ocultamente “rescatar” a otro y demostrar a través del Amor la unidad de todo lo manifestado. 

Esto implica un gran sacrificio del alma, porque durante eones la conciencia apenas ilumina a la personalidad y debe permanecer en suspensión hasta que le llega la invocación por parte de la personalidad en crisis.


Pero sobre todo es un gran sacrificio de la mónada, que se acerca a la conciencia y la inunda con su Vida, que se entierra en lo más profundo de la personalidad y permanece durante un período inconmensurable hasta que el día es con ella y el ser toma conciencia de su inmenso poder. Piscis permite tomar conciencia de este gran sacrificio, el supremo, encarnado por la permanencia del fuego monádico en las raíces mismas de la existencia.

Piscis ha sido frecuentemente asociado a la consagración y el someterse a algo, entendida esta expresión en un sentido positivo. Es interesante sentir cómo desde la perspectiva de la Tríada y el aspecto Vida que ésta empieza a transmitir, en esa rendición se encuentra la clave de la continuidad de conciencia.

Espíritu y materia, esa dualidad aparentemente irreconciliable, sólo pueden volver a ser Una gracias al Poder de Shamballa, a la energía de la mónada. Es necesario trabajar desde la conciencia, el corazón, y “descender a los infiernos”, o bien vincularse con el aspecto materia y no sólo aspirar a ser el espíritu, para encontrar la vía eléctrica que une ambos aspectos.

Esa puerta que permite el pasaje de energía o la fluidez entre el espíritu y la materia, o la mónada y la personalidad, está anclado en el plano intuitivo o búdico; el 4º plano, el intermedio entre el 1º y el 7º, es el gran punto de unión entre las dos corrientes, aportando esa cualidad álmica tan propia del reino humano.

Este proceso dual tiene analogía en la relación entre los centros coronario y raíz, y bajo la égida del corazón se convierte en una única corriente de Vida que abre las puertas a la Libertad.

En ese proceso tenemos también un atisbo del rol que puede jugar la humanidad en la evolución planetaria e incluso solar, como estación energética y punto de encuentro entre dos corrientes de fuerza. Ello sólo es posible cada vez que se alcanza el plano búdico, y de allí la importancia de desarrollar la mente  y ocultamente “apagar su fuego” con el corazón. “El fuego sólo puede ser apaciguado con más fuego”, leemos en el libro Mundo Ardiente (5); sólo el fuego de la comprensión, del corazón inteligente es capaz de consumir y agotar a la mente, abriendo así las puertas a Shamballa.

Paralelamente y a nivel de los centros, esa relación entre los centros coronario y raíz permite comprender el rol de un Salvador desde una perspectiva doble, desde la Jerarquía y desde Shamballa, al menos desde un punto de vista, ya que es un tema muy amplio y elevado.

Desde la Jerarquía, la Salvación es un proceso de atracción magnética hacia el centro de la misma conciencia, una irradiación de luz que despierta y eleva hacia realidades más preclaras y serenas. Es el Cristo sacrificándose por la humanidad, y ésta reconociéndolo como un Hermano Mayor que muestra el camino para a su vez salvar a otros aún en la oscuridad.

Desde la perspectiva de Shamballa, la Salvación podría entenderse de una forma distinta, bajo el estado de que mal puede liberarse a quien ya es libre; no existe un Salvador, existe sólo un Dragón despertando y liberándose por sí mismo de todas las cadenas, elevándose por su propia energía que con todo derecho divino ha sido reclamada para sí. Es una demostración de la Voluntad de Dios en acción, la Autosalvación.

En ese sentido puede también abordarse el lema esotérico del signo: “abandono el Hogar del Padre, y retornando, salvo”. La entrada al Hogar del Padre, el Hogar del Fuego eléctrico, está aquí mismo, en la Tierra, y el proceso de acceso puede ser entendido de forma dual: como una elevación hacia las alturas, hacia las realidades cósmicas, o bien como un descenso a lo más íntimo de la Tierra, a su núcleo mismo, donde reside latente el fuego de kundalini, aguardando liberación.

De tal manera es trascendido es el rol del alma, simbolizada por el Sol, porque ya no es necesaria intermediación para vivir la divinidad, sino que simplemente se es lo que hemos sido desde el comienzo, Fuego Eléctrico Puro. Esto le da una un giro de 180 grados al primer lema para Piscis, el exotérico, que rige a la personalidad: “entra en la materia”, y permite complementarlo con un tercero, dado en la obra Cosmología Oculta: “El Sol debe ser devorado. Sacrifica todo”.

Que el Corazón Uno y el Principio del Amor representado por la Jerarquía, sean nuestra inspiración en este plenilunio que se acerca y nos muestren el camino para ese gran Sacrificio que es también la gran Liberación.



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