Por Ricardo Georgini
CAPRICORNIO
Este décimo signo del Zodíaco representa la apoteosis de lo humano. Capricornio demuestra la capacidad humana de abrir camino, hacer su destino, aprovechar las oportunidades, superar las dificultades, transformarse, recrearse y persistir en dirección de su objetivo. Es un signo de extremos, y produce lo mejor o lo peor del ser humano. Las cualidades capricornianas pueden expresarse como mentalidad estrictamente materialista, egoísmo exacerbado y fervorosa ambición por el éxito mundano; o bien como sabiduría, abnegación y consagración a la evolución espiritua.
La realización es posible en Capricornio debido al gran don de este signo: la disciplina. Es lo que marca la diferencia y propicia la conquista, material o espiritual. Implica un sentido de prioridades, empleo de método y técnica apropiados, empeño constante, economía del tiempo y los recursos, renuncia y capacidad de sacrificar lo menor en favor de lo mayor. Muy a menudo, nuestros propósitos mayores se pierden, eclipsados por asuntos menores o trivialidades. La disciplina nos permite colocar cada cosa en su debido lugar y proporción, de modo que lo menor no compita con lo mayor, pero sea, verdaderamente, un paso en su dirección.
Cuando una disciplina es aplicada al desarrollo espiritual, conduce finalmente a lo que es llamado iniciación. Una iniciación es una gran expansión de conciencia, que marca un paso significativo en el Sendero Espiritual. Cada iniciación produce un mayor grado de integración externa, con la humanidad, y el individuo se coloca más y más al servicio de la comunidad. Cada iniciación es una entrada en un nuevo ciclo de experiencia, desarrollo y servicio.
El proceso de iniciación implica un período de crisis. Ocurre cuando un individuo llega a un punto, en su desarrollo, en el que llega a agotar todos sus recursos disponibles, habiendo sacado el máximo provecho de ellos. Sólo entonces necesita más, sólo entonces merece más. En ese punto, el individuo se enfrenta conscientemente con problemas que, de momento, no tiene cómo resolver; da lo mejor de sí, hace todo lo que está a su alcance, y sin embargo, no es suficiente. Tal condición de impasse y crisis es justamente el suelo propicio para que germine el poder latente en el individuo. Una crisis invoca al espíritu humano y extrae de él nuevas capacidades, antes dormidas. Este despertar del poder interno es la iniciación.
Actualmente, toda la humanidad está pasando por un proceso global de iniciación. La crisis mundial generalizada (social, política, económica, religiosa y científica) indica que estamos listos para un extraordinario paso adelante. Muchos de los problemas que enfrenta la humanidad están más allá de su capacidad actual de solución, y por ello mismo, estamos haciendo despertar su potencial más profundo. La iniciación de la humanidad es inminente, y producirá una mayor integración interna – entre sus diversos pueblos – y externa – con otras formas de vida en el planeta. Cuando menos lo pensemos, la humanidad nos sorprenderá con un desarrollo de sabiduría y amor que muchos de nosotros ni siquiera imaginábamos.
Ricardo A. Georgini
ricardogeorgini@yahoo.com.br
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