Festival de Wesak
“Como arriba es abajo, como abajo es arriba” reza el axioma
oculto, y el Festival de Tauro no es la excepción. Cuando hablamos de Wesak
estamos refiriéndonos a un evento de fundamental importancia en la vida de la
humanidad y en sobre todo del planeta, porque hacemos referencia al contacto
entre tres reinos: Shamballa, el centro donde la Voluntad de Dios es conocida;
la Jerarquía espiritual, el reino de las almas; y la raza humana. Si recordamos
que la humanidad es la gran responsable de iluminarse para abrir las puertas de
la energía espiritual a los reinos animal, vegetal y mineral, comprenderemos
que se trata de un momento de unión con amplios efectos espirituales para la
evolución interna planetaria.
Pero la vivencia no se acaba allí: Wesak no es un evento
abstracto o meramente intelectual, ni sólo un relato interesante lleno de
fórmulas complejas; es también una realidad de la conciencia, una fusión entre
la mente y el corazón. Veamos algunas analogías que nos pueden iluminar al
respecto, siempre considerándolas desde lo grupal y con énfasis en lo
subjetivo.
Sabemos por la literatura religiosa y esotérica que, en
Wesak, la Jerarquía de Maestros en pleno y Sus colaboradores llevan a cabo un
gran acto de invocación de energía espiritual, culminando con la llegada del
Buda y una bendición traída desde los planos superiores. La humanidad está
representada por los discípulos, y cada persona que lleva una vida espiritual
es llamada a ocupar su lugar. Se trata de un gran acto de invocación, a través
del cual la Jerarquía facilita el contacto con la energía superior del Buda y
produce una síntesis durante un breve instante, resultando en una iluminación
cuyos efectos internos se extienden durante largo tiempo.
Existe una clave psicológica para interpretar lo anterior,
esto es como el contacto entre la mente (humanidad), el alma (la Jerarquía) y
la Mónada o fuego espiritual (el Buda), y su analogía no es sino un sencillo
acto de meditación enfocado en el corazón al servicio de las metas del yo
superior, con el valle y la montaña indicando los distintos estados del ser.
Tenemos así un elemento mental, la humanidad, que prepara la
forma para la afluencia de la energía sutil traída por el Buda (representando a
Shamballa). La actividad mental, meta de la actual quinta raza, se refleja por
los diseños geométricos creados antes del contacto, los cuales constituyen un
lenguaje simbólico profundamente cargado de significado.
La iluminación es ante todo un efecto mental, un estado de
realización que surge de la unión entre la formalidad del intelecto y la
intrepidez del corazón. En cierto sentido es buscada conscientemente, pero de
poco sirven la lucha, el esfuerzo y el intelecto si no son acompañados por el
amor de servir a la Vida Una, y allí vemos la necesidad de que la Jerarquía
asista a la humanidad en ese contacto.
Asimismo, cada pequeño átomo de la mente preparada para el
contacto con la luz está simbolizado por los discípulos e iniciados que
participan del ritual. Como suele ocurrir, no toda la mente es utilizada en la
meditación, y no toda la humanidad puede participar del Festival sino sólo
quienes se encuentran preparados para ello.
El otro componente es naturalmente el corazón y, como
decíamos antes, no es posible ascender más allá de un determinado estado de la
conciencia si no se lo involucra en la reflexión. El amor, la horizontalidad,
la fraternidad, el principio del compartir son las claves del proceso, porque
expanden la mente y la conectan en toda su integridad, ampliando así la
capacidad de servicio, y como gracia la iluminación. Analogía de ello es la
presidencia por la Jerarquía del ritual de fusión realizado por los hombres,
simbolizando al alma que guía a la personalidad hacia lo superior, y proveyendo
a través del Cristo la palabra de poder que en el momento cúlmine de la
invocación convoca al Buda.
Estamos entonces ante un gran acto de magia organizada
planetaria, como gustaba de decir Vicente Beltrán Anglada, con una importancia
fundamental para los siete reinos (o cuerpos individuales) porque involucra a
la mente humana consciente, el gran medio de contacto entre lo superior y lo
inferior en este período. La realización cíclica (una vez por año) nos sugiere
que se trata de un acto de reflexión sintética, que reúne lo mejor de un
pensamiento meditado y lo ofrenda amorosamente ante el Buda para que éste lo
inunde de luz.
Como se ve, es la analogía a gran escala de la formación de
un pensamiento, la meditación centrada en el corazón y la revelación de la luz.
Se dice que el Buda es invocado gracias a la atracción magnética creada por el
ritual, y eso nos habla de la imposibilidad de actuar si no existe previamente
una conciencia grupal, la cual marcará la medida de la bendición. Nuevamente
preparación, invocación, equilibrio y evocación, más la iluminación resultante.
Seamos parte entonces de esos ciclos espirituales de los que
Wesak es hoy su máxima expresión, esos momentos en los que la humanidad como un
todo es llamada a la reflexión y la vida interna. Que el silencio del contacto
nos refresque en nuestra esencia, el fuego, y en la cercanía de la unión
comprendamos el significado de la fraternidad y el destino común de todo lo
viviente, claves de la Era de Acuario que estamos compartiendo.
Martin Dieser
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