Por Martín Dieser
La reflexión acerca del significado interno, sujetivo del signo de Escorpio puede verse iluminada si tenemos en cuenta el rol de los dos signos previos, que según la clave psicológica que hemos venido utilizando, ocuparían en el desarrollo de la conciencia un “momento” sutilmente previo.
En Virgo, el ser imbuido en la materia toma contacto con el alma, la luz interna que lo atrae magnéticamente e impulsa a la discriminación en busca de lo esencial, actividad típica del signo. Por su parte Libra estabiliza lo indagado y abre las puertas para la reversión del movimiento evolutivo, otorgando silencio y una base oculta, “sustancia”, “aire”, a todo esfuerzo ulterior.
En Escorpio todo eso es puesto a prueba; es la energía que hace conocer el “infierno”, la que pone a la luz del día todo lo obstaculizante y obliga a tomar una decisión, que no puede ser sino luchar y demostrar que el alma prevalece. Se lucha para afirmar la conciencia, lo que se percibe como superior, y en ese proceso el alma se revela crecientemente en el plano físico.
Este ensanchamiento del hilo de conciencia en el plano físico es de gran utilidad en la vida interna, porque el triunfo está enlazado no a la lucha, sino a la cercanía al alma. A través del esfuerzo en los tres mundos lo único que se logra es generar un vacío dinámico, una invocación para que el alma se haga presente e inunde con su Presencia el campo de batalla de la conciencia, trayendo por su misma elevación la cesación del conflicto.
En todo esto juega un rol activo MARTE, que es el regente esotérico del signo; como ya hemos dicho antes, la actual colocación de Plutón (planeta del 1 Rayo de Voluntad o Poder) como regente convencional puede responder a que el común de la humanidad ya es sensible a un grado de Voluntad Divina, algo nunca antes experimentado. Gracias a Plutón se barre con todo lo indeseable; es un planeta de muerte y destrucción, agente de la necesidad por parte del ser superior de logra una más plena expresión a nivel mental, emocional y físico.
Marte es un planeta del 6º Rayo de Devoción e Idealismo y está muy vinculado al plano emocional; por ser “no sagrado” su efecto se hace sentir en la materia y no en la conciencia. De tal manera, Marte enardece la naturaleza inferior, la pone bien a mano del ser, que podrá rehuir la batalla (siempre es una decisión propia), pero jamás la conciencia de lo que debe ser doblegado. Esto habla de una interesante oportunidad para el progreso interno y una mayor irradiación externa. Pero, ¿estamos dispuestos a pagar el precio, a luchar?
Eso nos lleva a la relación con Tauro, el opuesto complementario. Este signo está regido internamente por Vulcano, otro planeta de 1º Rayo, pero al ser sagrado su efecto tiene que ver con la extensión de la voluntad desde la Mónada hacia lo menos elevado del alma, desde donde se puede tomar contacto. No sólo con deseo se triunfa, sino también con Voluntad, y la voluntad demanda ante todo comprensión, apertura y visión, elementos brindados por Tauro.
Curiosamente, Escorpio se vincula con ello a través de las sucesivas “derrotas”; la superación rara vez es lineal, está signada por ciclos y frecuentes caídas, que obligan a empezar de nuevo, valiéndonos de la humildad aprendida en Virgo. Valgan aquí dos citas: en primer lugar, Vicente Beltrán Anglada solía decir que “el iniciado es un guerrero cubierto de cicatrices”, lo cual nos habla claramente del paso ineludible por el estado de conciencia de Escorpio, donde el alma misma nos coloca en una situación exigente a fin de que evoquemos lo más elevado y nos probemos a nosotros mismos la Inevitabilidad del triunfo del Plan.
Y por otro lado tenemos la frase de Napoleón Bonaparte, quien tenía a Escorpio como Ascendente (marcando el camino de su alma), y dijo: “lo importante no es vencer, sino nunca darse por vencido”. Esa conexión interna que garantiza la inmortalidad, el dinamismo, la perenne presencia del alma, la Vida misma, es la que mediante Escorpio se vierte a la conciencia diurna, dotando al discípulo de una muy importante herramienta para el avance espiritual. El recuerdo de la experiencia en Escorpio, o la vivencia directa si está en el Sol o el Ascendente, es el que potente o quedamente permite “inclinar la balanza” en momentos críticos con plena confianza en el éxito, con una autoridad muy peculiar que mana de la experiencia propia.
Es necesario lanzarse a la batalla con todas las armas que se tienen, toda la aspiración y toda la voluntad, sin olvidar que la clave está en el triunfo no de la personalidad sino del alma, que se revela a sí misma a través del amor y la comprensión subyacentes a todo esfuerzo.
De alguna manera podría decirse que todo lo que hagamos en un nivel no será sino un medio para despejar el campo y abrir un vórtice que permita la rauda irrupción del alma, poniendo súbitamente fin a la actividad en los tres mundos a través de la unión. Esto tiene una dimensión teórica pero fundamentalmente una práctica y psicológica: superar de la “lucha” nacida de la separatividad, la conciencia fragmentada, y ganarse el cielo por derecho propio, acercándose al centro mismo de sabiduría que amorosamente nuclea al tiempo en el presente.
Se trata de una reunión con lo más elevado de nosotros mismos, vía el esfuerzo en la materia; por eso el Tibetano dice que Marte rige los cinco sentidos; si se recuerda que es regente del signo, se comprenderá cómo a través de la actividad en los planos mundanos se irá llevando a su límite esa identificación, para luego tomar conciencia de que lo que se creía correcto es un obstáculo para una percepción más directa, y barrer con el 1º Rayo proveniente de Plutón y Vulcano. Allí se produce una transformación, proceso que, como se sabe en la astrología convencional, está regido por Escorpio.
En suma, es un signo que nos enseña no tanto a luchar sino a estar absolutamente dispuestos a hacerlo; es la verdadera Jihad islámica, la lucha interna contra lo inferior dentro de uno mismo. Estar dispuestos a pagar el precio, a renunciar a lo conocido, es el gran desafío que nos propone este período, y la recompensa por “surgir victorioso de la batalla” (tal el lema esotérico) es el sincero despliegue de una mayor energía de realización en todos las dimensiones de la conciencia, desde la más grosera a la más elevada.
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